domingo, 29 de junio de 2014

No es solo destruir

Se termina otro mundial para Uruguay. Un mundial del que ya nos habíamos ido hace días. La alegría de participar en una fiesta deportiva que sólo acontece cada cuatro años se nos fue cuando pasó lo que pasó con Suarez. Desde la absurda y excesiva sanción hicimos un cambio negativo, tomamos el mundial como una guerra contra todos, ya no era posible la alegría y el disfrute. Pero hablemos un poco de fútbol, que a pesar de los esfuerzos de la Fifa por lograr lo contrario, sigue siendo lo más lindo y lo más importante de un mundial.
Colombia, sin ser una cosa del otro mundo, nos ganó bien. Uruguay jugó un mal partido en cuanto a lo futbolístico, la entrega incuestionable y la adhesión del grupo con la causa no alcanzó: es muy difícil que sólo con esos atributos se ganen partidos.
En conferencia de prensa, Tabárez volvió a defender lo que a mi gusto fue el problema mayor de nuestra selección en este mundial. No recuerdo las palabras exactas, pero dijo algo así como que quedó demostrado que Uruguay tiene que jugar tratando de no dejar jugar al rival y esperando que alguna individualidad incline la balanza a nuestro favor. Esa forma de ver el fútbol es a medias acertada, por lo tanto insuficiente para ganar más de lo que se pierde. El fútbol consta de parte iguales de destrucción y creación, es decir, la clave es destruir o neutralizar el juego del rival para imponer la creación propia. No hablo de posesiones (una mayor posesión de pelota, en lo personal, me importa poco) ni de pedir que Uruguay sea un ballet, porque no tenemos jugadores para jugar así. Simplemente usar la destrucción para poder imponer nuestro juego, y para lograr conseguir eso hay que tener un juego, y nosotros no lo tenemos. Y lo que más me preocupa de las declaraciones de Tabárez es que parezca importarle poco que tengamos ese juego para proponer.

Es decir, la parte de la destrucción volvió a funcionar. Con un Arévalo Ríos que cuanto más laburo tiene mejor juega, con un gran mundial nuevamente de Godín, las sorpresas de Giménez y Tata González, el esfuerzo permanente del Cebolla Rodríguez y hasta de Cavani, logramos en una gran parte de este mundial, neutralizar o controlar lo que el otro equipo quería imponer. Pero cuando agarrábamos la pelota, poca cosa. Uruguay extrañó demasiado al Forlán de Sudáfrica, por el cual pasaban todas las pelotas, y ni Lodeiro ni Ramírez pudieron suplirlo. Mucho menos el propio Forlán, quien lució muy fuera de competencia cuando jugó. Tampoco se pudieron apreciar circuitos de juego, más allá de los intentos de fomentar el eje Cáceres-Cebolla-Palito  y en menor medida Mono Pereira-Tata González. Acá quizás esté una de las cosas que se le pueden reprochar al proceso Tabárez, no haber podido consolidar ni una figura de conductor-creador de juego luego de Forlán, ni de circuitos de juego que no hagan necesario el tener un enganche. Ni una cosa ni la otra, y eso se notó en lo poco que creo Uruguay.
Algunas puntas para ir discutiendo de cara a lo que vendrá. En primer lugar lograr cubrir de la mejor manera las ausencias de los que se empiezan a ir: Forlán, Lugano, Ruso  Pérez (por más que éste no estaba jugando, aunque fue un recambio en las eliminatorias). Por otro lado lograr consolidar circuitos de juego y creación, tratando de que nuestro juego no dependa exclusivamente de alguna genialidad de Suárez o de una pelota quieta. Y finalmente darse cuenta de lo que hemos hecho mal y corregirlo de una vez por todas: lo que más me rompe los ojos es el tema Cavani, a quién hasta ahora no le hemos encontrado lugar, condenándolo a la infame labor de marcar al creador rival y de habilitar a Suárez. Hemos visto el peor Cavani en este mundial, y es culpa del entrenador y del juego que propone.
Se cierra un ciclo y hay que tratar de aprender de los errores y conservar todo lo bueno que se ha hecho. Será con Tabárez o sin él. El entrenador ha demostrado  capacidad para seguir, y aunque si bien es cierto que se lo ve menos necio con lo que está mal y lo que hay que cambiar, hay todavía mucho para mejorar y debe tomar como prioridad esos temas. Pero para poder hacerlo, por lo pronto, no hay que defender lo indefendible, porque cuando la suerte no está, y los cracks no aparecen, lo único que te salva, es el trabajo de creación, la propuesta futbolística, el juego, el amor por meter la guinda en el arco. 

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